En la increíble aventura de mi vida he aprendido lo que significa triunfar, desaparecer y volver de nuevo. He vivido fantasías que ocurren en la realidad, y siempre lo he hecho como un niño que jugaba a soñar a lo grande. Bienvenidos, artemaníacos, a mi historia, una manualidad para aprender a vivir sin perder la cabeza.

En mi infancia soñaba con ser presentador. Montaba sets en mi cuarto, donde pasaba horas replicando los shows que veía en la televisión. En el colegio los profesores llamaban la atención a mis padres porque decían que yo no vivía en la realidad, que parecía estar siempre dentro de una fantasía.

Siendo adolescente, me di cuenta de que una nueva dimensión se abría como una puerta dentro de mi cabeza, y sabía que nunca más iba a poder cerrarla. Cuando estaba con gente de mi edad notaba que había cosas que a mí no me provocaban las mismas emociones que a los demás. Mientras todo pasaba para ellos yo sentía que mi mundo estaba en otra parte, no era aquel, no era este. Estaba convencido de que eso me hacía especial, que tenía superpoderes. Y no me sentía señalado o marginado por no ser como los demás, me consideraba un afortunado. Como Superman o Spiderman, llevaba mi doble personalidad en secreto. Esa era mi salvación.

A los diecinueve años empecé a presentar Club Disney. Después llegó Art Attack, el programa de manualidades con el que acompañé a varias generaciones. Mi sueño infantil se había convertido en realidad. Pero mi vida estaba a punto de ponerse patas arriba y, como hicieron aquellos profesores del colegio, la enfermedad, la muerte y el fracaso pretendían obligarme a abandonar mi mundo de fantasía. Lo que no sabían es que yo tenía en el cajón mi capa de superhéroe.

ENGLISH DESCRIPTION

In this incredible adventure of my life, I have learned what it means to succeed, to disappear, and to make a comeback. I have lived fantasies in real life, and I've always done so like a child, playing, dreaming big. Welcome, art-maniacs, to my story, a manual on how to live without losing your mind.

As a child, I dreamed about hosting a show. I used to put up sets in my room, where I spent hours recreating the shows I used to watch on Tv. At school, my teachers reprimanded my parents, claiming I didn’t live in the real world, that I kept acting as if I lived within a fantasy.
 
When I was a teenager, I realized that a new dimension was opening for me, sort of a door inside my mind, and I knew that I would never be able to close it again. When I was among people my age, I noticed there were things I didn’t find as exciting as everyone else. Whatever happened to them, I felt as if my world was somewhere else. It wasn’t that one. It wasn’t this one either. I was convinced that this made me special, that I had superpowers. And I didn’t feel signaled out or cast out because I wasn’t like everybody else. I considered myself one of the lucky ones. And I kept my secret identity, just like Superman or Spiderman. That was my salvation.
 
When I turned nineteen, I began hosting Club Disney. Then came Art Attack, the arts and crafts show with which I accompanied several generations. My childhood dream had come true. But my life was about to turn upside down, and just as those professors at school, sickness, death, and failure would force me to leave my fantasy world behind. What they didn’t know is that I had my superhero cape in a drawer.